Las primaveras que me queden

¿Alguna vez te preguntaste qué es lo que harías si esta fuera tu última primavera?

A mis 18 años, tuve uno de esos momentos que marcan un antes y un despúes en la vida de una persona. Creo que no estaba preparada. Hasta ese momento, ni siquiera me había dado cuenta, pero ese día sí lo entendí con claridad: «la vida no es para siempre, se termina«.

Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre eso mismo: sobre la finitud de la vida. Es una reflexión que nació de dos elementos aleatorios:

Por un lado, la letra de la canción Azúcar del Estero, de Lisandro Aristimuño,
y, por el otro, el libro Cuatro mil semanas, de Oliver Burkeman.

Quiero empezar compartiéndote un pedacito de la introducción del libro que explica la razón del título:

«Asumiento que llegues a los 80 años, habrás vivido unas 4.000 semanas«

Puede ser que, quizás, a primera vista 4.000 semanas suenen como si fueran un montón de tiempo. Aunque, asumo que -si estás leyendo esta entrada- no sos un recién nacido, sino una persona con algunos años de vida..

Siguiendo la misma línea de ideas, a tus 40 años habrías vivido un 50% de tu vida.
Esto significa que, asumiendo que llegarías a los 80 años,
te quedarían por vivir unas 2000 semanas.

Tal vez, todavía suene como si fuera un montón de tiempo, pero -si vamos más profundo- no serían más que unos 40 años.

En ritmos de la naturaleza: unas 40 primaveras, 40 veranos, 40 otoños y 40 inviernos.

El capítulo del libro sigue diciendo algo que, probablemente, vos también estés pensando: «Se nos ha concedido la capacidad mental de elaborar planes infinitamente ambiciosos, pero no el tiempo suficiente para ponerlos en práctica«.

Ahora sí, pasemos a la canción para reencontrarnos con la motivación:

«No te dejes más vencer,
al alma hay que darle de comer,
un poco de azúcar del estero,
un poco de risa y caramelos.
«.

Alimentar tu alma es tan amplio como puedas imarginártelo. Aunque -para mí- se resume en:

Hacer más de eso que te hace reir.


Quiero regalarte algunas preguntas para ayudarte a encontrar motivos para reirte más en los pequeños momentos de tu día a día:

¿Cómo no voy a compartir más risas cómplices con los seres que quiero,
si solo me quedan 40 primaveras?

¿Cómo no voy a permitirme intentar algo que nunca hice, solo por la experiencia de hacerlo,
si solo me quedan 40 primaveras?

¿Cómo no voy a reirme a carcajadas de ese chiste tonto,
si solo me quedan 40 primaveras?

¿Cómo no voy a intentar aprender algo nuevo y equivocarme,
si solo me quedan 40 primaveras?

¿Cómo no voy a animarme a hacer el ridículo sin importarme el qué dirán los demás,
si solo me quedan 40 primaveras?

¿Cómo no voy a usar esa ropa que tanto me gusta solo porque tengo ganas,
si solo me quedan 40 primaveras?

¿Cómo no me voy a reir de mis expectativas sobre lo que no sucedió,
si solo me quedan 40 primaveras?

Vivir una vida en la que intento, día a día, reirme más y hacer más de lo que me hace reir, tiene mucho que ver con recordar que la vida es finita, y se acaba.

Siento que, justamente, es la misma brevedad de nuestra existencia el motivo que justifica que no te dejes vencer.

Es la razón detrás de intentar, día a día, alimentar tu alma y darle sentido a todas esas estaciones que, aún, sí te quedan por vivir.

¿Y vos, qué vas a hacer hoy solo porque te hace reir?

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